La cervicalgia significa literalmente dolor en el cuello; mucha gente la experimenta como esa sensación de pesadez en los trapecios e incluso en los hombros. Concretamente, se trata de una patología musculoesquelética localizada en la región cervical de la columna vertebral.
Además, la cervicalgia se ha convertido de una de las enfermedades más incapacitantes y conlleva numerosas bajas laborales. Distintos estudios apuntan que hasta casi el 80% de la población ha podido ser diagnosticada de cervicalgia en algún momento de su vida. Además, según la Encuesta Europa de Salud en España, en 2020, un 11,3% de la población española aseguraba tener dolores cervicales como enfermedad crónica.
En ocasiones, la cervicalgia puede provocar, entre otros síntomas, una cefalea. Existen numerosas patologías que pueden cursar con dolor de cuello, como por ejemplo, la “tortícolis”, donde se produce un espasmo importante y agudo de la musculatura cervical, provocando un importante cuadro de dolor y limitación de movilidad.
Factores que provocan la cervicalgia
Normalmente, la cervicalgia se puede producir por factores posturales, como estar mucho tiempo delante del ordenador; posturas que obligan a estar mirando hacia abajo con excesiva quietud durante un tiempo prolongado; dormir en una mala posición, etc. Pero más allá de estos factores, existen otros como el estrés, que provoca un aumento del tono muscular de esta región. Es la consecuencia de la sensación de sobrecarga de los quehaceres diarios que nos desborda y que acaba afectando al cuerpo.
Entre los factores también podemos encontrar fenómenos degenerativos en las vértebras cervicales (artrosis), mala alineación o perdida de la lordosis cervical, lesiones discales como protusiones o hernias, etc.
Síntomas de la cervicalgia
Entre los principales síntomas podemos encontrar entumecimiento, rigidez, tensión, sobrecarga de la zona cervical por el aumento del tono de la musculatura paravertebral cervical, lo que provoca una alteración en la mecánica cervical. A su vez puede provocar mareos y/o vértigos por disminución de la vascularización del órgano del equilibrio, cuya vascularización depende de arterias que se relacionan directamente con las vertebras cervicales y, por supuesto, dolor de cabeza, pudiendo aparecer en la región occipital u otras áreas de la cabeza.
En ocasiones también puede provocar sintomatología en el miembro superior, tanto alteraciones sensitivas (como disminución de la sensibilidad, hormigueos) como motoras (pérdida de fuerza, atrofia de la musculatura de la mano), provocado por un atrapamiento de las distintas raíces nerviosas que controlan la sensibilidad y la fuerza de la musculatura de todo el miembro superior.
Tratamiento
El dolor cervical con frecuencia se presenta como SDM, que es una de las causas más frecuentes de dolor musculoesquelético, siendo en un 71% de los casos motivo de consulta (Capó-Juan, 2015). Al originarse este síndrome aparecerán puntos gatillo miofasciales (PGM) que son nódulos hiperirritables situados en una banda tensa palpable, y a su vez, también pueden detectarse PGM satélites. Ambos puntos serán objeto de tratamiento en nuestro abordaje fisioterápico.
En este sentido, el tratamiento fisioterápico general de cualquier paciente se compone de dos fases. En la primera, se busca el control del dolor y está provista de distintas técnicas de tratamiento fisioterápico (terapia manual y por agentes físicos, entre otras). Por su parte, en la segunda fase se trabaja el reacondicionamiento muscular a través de la actividad física, ejercicios de control ergonómico y ejercicios de corrección postural. Ambas fases también pueden contemplarse paralelamente en función del caso a tratar y la gravedad del mismo.
Asimismo, se debe hacer hincapié en que el éxito tratamiento también depende de una fluida comunicación entre fisioterapeuta y paciente, que hemos comentado en varias ocasiones. También de que el fisioterapeuta comprenda y conozca los distintos mecanismos fisiopatológicos, histoquímicos y dimensiones del dolor crónico.
Según la revisión de Pérez y col, el tratamiento del SDM en una cervicalgia es conservador. Con buen pronóstico, generalmente mejora con tratamiento de 1 a 4 semanas con calor local, electroterapia, ejercicios activos, estiramiento muscular y educación de buena postura, aunque además de lo descrito, en el manejo de cualquier SDM hay que tener en cuenta el estrés psicológico o depresión, la falta de sueño o la alimentación entre otros aspectos (Capó-Juan, 2015). En definitiva, como ya hemos dicho en alguna otra ocasión, el abordaje biopsicosocial es importante, ya que hay otros factores socio-ambientales y psicológicos que influyen directamente en la situación del paciente y su futura evolución.
Capó-Juan (2015) explica que la terapia manual incluye, según a su vez Gross y col, cinco categorías: manipulaciones, movilizaciones pasivas, masaje, técnicas de tejidos blandos y terapias de movilización neuromuscular. Según muestra una revisión reciente, la terapia manual se ha considerado como el conjunto de técnicas más eficaces en la inactivación de PGM.
Otras técnicas para tratar la cervicalgia tienen muy buen resultado clínico como la punción seca, con resultados de mejoría clínica bastante rápida. De hecho, se trata de una herramienta terapéutica muy efectiva, siempre y cuando las indicación, técnica de ejecución y condiciones sean las correctas.
En el caso de que exista una neuralgia cervicobraquial, se podrá completar el tratamiento con técnicas miofasciales para relajar la musculatura relacionada con todo el trayecto de los nervios afectados y ejercicios de neurodinámica para movilizar el sistema neural y liberar la compresión que se ejerce sobre ellos.
Por todo lo que implica una cervicalgia, aconsejamos acudir a un fisioterapia con experiencia en su tratamiento. De esta manera, se ayuda al paciente a ganar en calidad de vida ante un síndrome que afecta a un número elevado de la población.