Las cicatrices no solo son una cuestión estética, son mas profundas de lo que apreciamos y pueden limitar distintas funciones de nuestro cuerpo.
Cuando se produce un daño en el tejido, se inicia un proceso de reparación que comienza con una “limpieza” de la zona de la herida ( fagocitosis). Después, se formará un coágulo gracias a la llegada de los fibroblastos, que secretan colágeno. El colágeno que va a reparar la herida se sitúa de manera desorganizada y comienza a formarse la cicatriz. Algunas cicatrices forman queloides debido a un exceso de producción de colágeno.
El tejido cicatricial no solo aparece en la piel, sino que se extiende por capas mas profundas, como tejido fascial, músculos incluso a órganos; lo que provoca una limitación de la capacidad de movimiento entre estos tejidos por una mayor adhesión entre ellos lo que se traduce en una limitación de movilidad en estructuras vecinas sanas. Un claro ejemplo es la influencia de una cicatriz por cesárea en el dolor lumbar.
Las cicatrices deben ser evaluadas y tratadas para devolverles la elasticidad y flexibilidad necesarias que permitan el correcto deslizamiento entre los distintos planos de tejido implicados.